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Recetas para educar

Por Juan Carlos López

El maestro cerró los ojos


Un joven se acercó a una persona mayor y le dijo:

 

- “Maestro, fui su estudiante en la Primaria, ¿no se acuerda de mí?”.

- “Bueno, la verdad es que no. ¿A que te dedicas?”

- “Soy un maestro.”

- “¡Ah qué bueno! y ¿que te inspiró a ser maestro?”.

- “Bueno, es que usted me inspiró a convertirme en maestro. El impacto que usted tuvo en mi”

- “¿Y qué es lo que te impactó de mí?”

- “De verdad ¿no lo recuerda maestro?”

 

Uno de mis amigos llevó a la escuela un reloj que le habían regalado. Yo soñaba con un reloj así. Así que decidí quitárselo. Mi compañero se quejó de que su reloj había desaparecido. Tú nos dijiste que lo devolviésemos.

 

Cuando nadie lo devolvió, decidiste cerrar la puerta y nos colocaste a todos en la pared para que sacáramos todo lo que teníamos en las mochilas. Pensé que sería el momento más vergonzoso de mi vida. Pero nos pediste que lo hiciéramos con los ojos cerrados. Fuiste por las mochilas y devolviste el reloj.

 

Nunca me dijiste una palabra ni ese día ni en todo el año. Cuando pensé que salvaste mi dignidad, en lugar de ser etiquetado como ladrón, mentiroso, o un niño despreciable; realmente pensé en que salvaste mi alma y mi dignidad. No se lo dijiste a nadie, ni siquiera a mí. Entendí el mensaje y lo que un maestro realmente es.

 

El alumno le dijo al maestro que cómo era posible que no lo recordara. Había sido una situación muy intensa y debía recordarlo de alguna manera. El maestro le dijo que no tenía forma de saberlo. Cuando el alumno le preguntó que cómo no tenía forma de saberlo, el maestro le dijo: 

 

-“Es que yo también cerré los ojos”.