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Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

Liderar desde el futuro a medida que emerge


El futuro ya no es una extensión del presente, como ocurría antes. En un mundo cambiante e incierto, el futuro es resiliente, y como tal, tendremos que adaptarnos a nuevas situaciones adversas, ya sean originadas por la pandemia o por la crisis ecológica, buscando la oportunidad para aprender y manejar equilibradamente las emociones del conjunto de la humanidad.

 

La pandemia del Covid-19 nos está demostrando que el mundo moderno ha llegado a su límite. No hay otra alternativa que detenerse … y quizás incluso retroceder al momento en que empezó el desorden y perdimos el respecto a la Madre Tierra. La naturaleza siempre ha sido y será amigable, pero si se ofende se defiende, vomita, expulsa y se limpia, con la ayuda de un virus, por ejemplo.  

 

Un microorganismo está poniendo fin a la globalización –aunque sigue funcionando de manera virtual- y cambia el sentido del péndulo de la humanidad hacia el sentido opuesto, hacia lo local, hacia la autosuficiencia de cada comunidad. Se acelera así la necesidad de construir ciudades como ecosistemas fértiles, comunidades más autosuficientes, resilientes e inteligentes, capaces de generar su propio abastecimiento energético, de hacer frente a los retos de la movilidad, a largos periodos de sequía, o al aumento de la población.

 

En aquellos territorios más vulnerables, afectados por problemas sociales y ambientales graves, las respuestas se buscan en filosofías rescatadas de otras más antiguas, como es la Permacultura. Según David Holmgren, este modelo de desarrollo se basa en el diseño consciente de paisajes que imitan los patrones y las relaciones de la naturaleza, mientras suministran alimento, fibras y energías abundantes para satisfacer las necesidades locales y preservar el hábitat apto para generaciones futuras.

 

La Permacultura se basa en la interacción comunitaria, la captura y almacenamiento de energía, la obtención de rendimiento, la disminución en la producción de residuos, el uso de soluciones lentas y pequeñas, el valor de la biodiversidad y de los servicios y recursos renovables. En países más avanzados, este movimiento del péndulo hacia lo local, se traduce en la promoción del patriotismo económico, como ocurre en Francia, donde una iniciativa del gobierno busca rescatar a las pequeñas y medianas empresas a través de un producto financiero que permita que una parte del ahorro privado financie exclusivamente a las pymes francesas en momentos de crisis económica.   

 

Afrontar un futuro de manera resiliente exige un nuevo modelo de pensar en cómo enfrentamos los problemas, según vayan apareciendo. Se necesitan pues iniciativas innovadoras elaboradas por equipos polivalentes, multidisciplinarios, diversos e intergeneracionales, formados por personas con mucho sentido común y éticamente responsables. Nuevos líderes que sepan distanciarse de nuestra clase política extremadamente tóxica, que alimenta odios y rencillas, porque en el fondo es incapaz de liderar el futuro a medida que emerge.  

 

Para dar forma al liderazgo del futuro, se está desarrollando una nueva tecnología social, en el MIT (Massachusetts Institute of Technology). El profesor Otto C. Scharmer, fundador de ELIAS (en inglés Líderes emergentes para la innovación entre sectores) ha elaborado la Teoría U, que propone que la calidad de los resultados que creamos en cualquier sistema social está en función de la calidad de la consciencia y la atención desde la que los participantes en el sistema operan. Se trata de un modelo práctico que permite a organizaciones enteras y a dirigentes transformar su consciencia, conectar con el mejor futuro posible y obtener la capacidad para realizarlo.

 

El futuro ya no es una extensión del presente, eso está claro; y para afrontarlo todos de una mejor manera, además de innovar en todas las áreas del conocimiento, tendremos que aprender a sintonizar con las emociones positivas de la Tierra, buscando la simbiosis de valores y desarrollándonos en armonía con las leyes de la naturaleza, porque somos, al fin y al cabo, parte de ella.