No es la primera vez, y no será la última, que aproveche este blog para manifestar mi profunda preocupación por la deriva de Televisión Española, la que pagamos entre todos. Si no le tuviera un profundo cariño a esa casa, me importaría un bledo lo que allí ocurriera. Pero no es así. La toma de posesión del nuevo Consejo de Administración es la puntilla a la penosa situación de una empresa pública que debería ser ejemplo y no una cueva de patéticos intereses políticos y sindicales.
Hubo un tiempo en el que los profesionales de la casa protestaban por la falta de independencia y reclamaban la atención de la ciudadanía con los llamados 'Viernes Negros', era una manera de advertir de la manipulación informativa que se ejercía desde el poder, desde el Gobierno de turno, entonces en manos del PP. Ahora, al parecer, se ha conseguido la anhelada neutralidad en los informativos y programas porque, salvo excepciones, nadie dice nada al respecto. Ver para creer.
Hace unos años los sindicatos estaban a la gresca cada dos por tres con los directivos de TVE. La gestión y la neutralidad informativa ante los medios de comunicación eran su bandera, hasta que la política nacional cambió de dirección. Ahora sólo salen en la prensa por su participación o inacción, según el caso, en los escándalos en las oposiciones de acceso al ente público. Todo un ejemplo de la labor que llevan acabo en una empresa que tendría que estar al margen de desfasadas ideologías.
Al frente de la televisión pública está ahora José Pablo López, el nuevo títere del actual Gobierno, el artífice de los 28 millones de euros que ha costado al erario público el fichaje estrella de David Broncano y su 'Revuelta'. Como director general de TVE ha sido elegido Sergio Calderón, uno de los impulsores en las cadenas privadas de la mejor telebasura de siempre, caso del último 'Sálvame'. Y, cómo no, para cerrar el círculo se ha nombrado un nuevo Consejo de Administración a imagen y semejanza de la política que domina el Congreso de los Diputados. Todo un paradigma de la ansiada pluralidad que exigían no hace tanto los profesionales de TVE.
El Gobierno y sus socios han cambiado el tradicional sistema de nombramiento de los consejeros y, de entrada, les han asignado un sueldo por sillón de más de cien mil euros al año (antes sólo cobraban en dietas unos once mil anuales). Nacionalistas e independentistas están encantados de seguir chupando del bote institucional que tanto rechazan de boquita. Para iniciar su andadura, el Consejo debe aprobar el sobre exceso en gastos de dietas y hoteles del ejercicio actual en TVE, que ya superaba hace unos meses en más de un millón y medio de euros el presupuesto previsto.
La televisión pública no tiene por qué ser rentable, pero debe aspirar a cerrar un agujero económico de dimensiones desproporcionadas, como ocurre en la actualidad. Cada año tiene que recibir cuantiosas millonadas de los presupuestos generales del Estado para tapar las deudas que siempre acumula, sin que el desbarajuste financiero sirva para que vuelva a liderar las audiencias, tal y como ocurría en su momento.
Pecaré de ingenuo, pero la receta está inventada hace tiempo. Hace falta más gestión, menos nepotismo y endogamia, ejercicio profesional en libertad, control de los clanes de poder internos y eludir los chanchullos millonarios con las productoras audiovisuales de turno. El dinero que allí se maneja es de todos. El consuelo es que La 2 aún mantiene cierto nivel.