En las elecciones autonómicas de 2011 en Castilla y León, el entonces candidato socialista a la Presidencia de la Junta de Castilla y León se presentó bajo el lema 'Puro cambio'. La idea era destronar al presidente Juan Vicente Herrera, el líder del Partido Popular en la Comunidad que siempre cosechaba mayorías absolutas. El resultado de aquellos comicios fue catastrófico para el PSOE, que perdió votos y sólo consiguió 29 de los 84 escaños en las Cortes regionales.
Aquel candidato era Óscar López (1973), uno de los elocuentes ejemplos de cómo funcionan los partidos y la política en España. Ni siquiera aguantó toda la legislatura en la oposición, en cuanto fue posible le rescataron desde Ferraz hacia el Senado y para futuras glorias públicas, primero como secretario de Organización del PSOE y al poco tiempo como portavoz en la Cámara Alta. Después le hicieron presidente de Paradores Nacionales durante tres años, más tarde director del Gabinete de La Moncloa otros tres años, hasta llegar recientemente al Ministerio de Transformación Digital y Función Pública.
Óscar López se afilió al partido al terminar los estudios universitarios de Ciencias Políticas. Enseguida entró a ocupar cargos de confianza en Madrid y Bruselas, hasta que con 31 años fue elegido diputado por la provincia de Segovia. Ha caído en suerte con Pepe Blanco con Alfredo Pérez Rubalcaba y hasta con Pedro Sánchez, al que criticó ácidamente cuando los socialistas se partían la cara públicamente allá por el año 2017. Le cae bien (o eso parece, que nunca se sabe con el leonés) hasta al mismísimo Zapatero, el gran urdidor de algunas de las patéticas realidades de la política reciente de este país.
Durante los últimos años, López ha sido uno de los asesores de cabecera del presidente del Gobierno. A él se le atribuye desde la prensa afín una parte sustancial de la estrategia política y el marketing mediático del socialismo patrio, que pese a perder las elecciones generales sigue en el poder, sobreviviendo a la multitud de dificultades que ello conlleva.
Y con lo a gusto que estaba López en sus últimos cargos, ahora va Sánchez y le encomienda que se enfrente cara a cara por el poder en Madrid al gran coco del PSOE, la inefable Isabel Díaz Ayuso, el mayor dolor de muelas de cualquier presunto progre. Dicen las malas lenguas que el presidente se la tenía guardada, que le acercó a La Moncloa para controlarlo y que ha llegado el momento de hacer cuentas. Le encomienda que la desaloje de la Comunidad de Madrid. Casi nada. Tampoco se le ve a él excesivamente entusiasmado, grandilocuentes declaraciones y poses ante los medios de comunicación al margen. El marrón es considerable, como ya le ocurriera en su día en Castilla y León, pero no hay problema siempre habrá otro cargo confortable para un servidor público como él. La política española es así, ¿no?
Salvo sorpresa mayúscula de última hora, Óscar López será el novedoso cartucho socialista para echar a la odiosa Ayuso, pretende supongo protagonizar por fin el anhelado proyecto de 'Puro cambio', esta vez en Madrid. Para ello tiene que ser elegido en primer lugar como secretario general de los socialistas madrileños y después, en su momento, candidato. Me pregunto con notable ingenuidad si lo hará como ministro... Me refiero a lo de ejercer la oposición desde Moncloa, como se hace habitualmente con las comunidades autónomas gobernadas por el PP. Pues lo dicho, puro cambio.