El presidente del Gobierno ha anunciado - a bombo y platillo, como es habitual - que el 17 de julio presentará en el Congreso de los Diputados las medidas para la regeneración democrática. Entre ellas, las relacionadas con el periodismo, los medios de comunicación y las noticias de mentira. Estoy en un sin vivir, después de tantos años de oficio, desde La Moncloa me van a mostrar el camino de la verdad. Supongo que la absoluta, no la de siempre.
Pedro Sánchez y su fiel séquito de seguidores me van a explicar a estar alturas qué es un medio de comunicación, cómo deben financiarse con dinero público los periódicos de papel, las teles, las radios, la prensa digital y las demás fórmulas tecnológicas de difusión de noticias y, sobre todo, voy a tener la oportunidad de saber, por fin, cuál es la auténtica verdad, dónde está y por qué no me he enterado hasta la fecha de que sólo hay una. La suya, entiendo.
A estas alturas de la película nada me sorprende. El Gobierno es incapaz de aprobar sus propuestas legislativas en el Congreso, al menos hasta que el prófugo Puidemont pueda pisar suelo español sin ser detenido, pero sí nos puede ofrecer alimento espiritual de teoría ciudadana para el siglo XXI. No sé como he podido sobrevivir hasta la fecha confundindo en medio de una ignorancia tan arcaica.
A Sánchez, sumido en el fango que generan quienes no le reverencian, según repite una y otra vez, no parece servirle la legislación actual que versa sobre injurias, calumnias, difamación y demás, tampoco la existente sobre los manoseados derechos al honor, la intimidad o la rectificación. Quiere más pena para quienes han osado a manchar (presuntamente) el buen nombre propio o el de sus allegados.
En nuevo giro teatral y ante la imposibilidad real de gobernar las cosas del día a día, el presidente nos va mostrar el camino de la verdad de la prensa (también conocida históricamente como la canalla). Para ello, no se ha reunido con los colegios profesionales de periodistas o con las empresas de comunicación o con los profesores más insignes de las universidades del ramo, lo ha hecho con su círculo de brillantes asesores de partido. Quizá todo no sea más que una nueva maniobra para despistar al personal, dado que un par de días después de presentarnos las medidas de regeneración democrática su esposa, Begoña Gómez, tiene que declarar ante el juez por presuntos ilícitos.
Por aportar algo al coro de asesores de Moncloa, les propongo que este tipo de máster class sea consensuada con los sectores implicados, dado que el dinero público no debe ser utilizado con fines partidistas e ideológicos y les pido, particularmente, que llamen a los colegios o a las asociaciones de periodistas, donde hay un montón de conocimiento de causa.
Y para quedarme a gusto como profesional, les recuerdo a esos sesudos consejeros de Sánchez que jamás un Gobierno de un país democrático podrá decidir qué es un medio de comunicación o que es verdad o mentira en el mundo de las noticias. Ya existen leyes y tribunales para depurar esas responsabilidades. Por otra parte, algunos tenemos opinión propia, a riesgo de que nos rebauticen y nos envíen a galeras. De momento, los únicos gobiernos que impiden la libertad de expresión son las dictaduras.
Pedro Sánchez nos quiere regenerar. No sé si alumbró tal brillante idea en sus cinco días de meditación o, simplemente, todo obedece a esa incorregible tendencia política a manejar el relato mediático. Por mi parte, no necesito que nadie salve mi alma terrenal de juntaletras. En la Facultad de Periodismo me formaron para vigilar de cerca siempre la gestión del gobernante, así que no tengo solución. Estoy condenado desde ni se sabe cuándo a los tribunales de lectores, oyentes y telespectadores; pero ánimo presidente que hoy en día hay mucho ingenuo creyente que pescar en el enorme río de la ideología.