Me hicieron falta décadas de numerosos errores para dejar de creer que reírme de todo era algo gracioso. La risa solo debería ser saludable cuando no le destrozas la vida a nadie, ni cuando te llevas parte de tu alma por el camino.
Hasta mi mayoría de edad tuve algunos asuntos relacionados con la ley respecto a algunas casas y algunos coches, y mentí y engañé a la gente que me rodeaba para librarme de las broncas. Hice justo lo que una madre divorciada y que trabajaba de sol a sol para sacar a sus hijos adelante no querría que hiciese, poner las cosas en casa aún más difíciles.
El mal suele llegar justo cuando uno no sabe ni reconocerlo, entonces lo haces y te quedas tan ancho. Como nada puede presagiar el desastre porque al principio te sientes invulnerable y poderoso, embrujado por tomar cuanto quieras del mundo para fabricar el tuyo propio, confundes lo que es tener principios con tener preferencias. No es lo mismo preferir ver una película en casa que tener la disciplina de levantarse para ir a correr. No apetece madrugar para subir mobiliario de cocina a un cuarto sin ascensor, pero si no lo haces no cobras a fin de mes. La gloria está entonces entre lo que sabes que tienes que hacer y el esfuerzo por hacerlo aunque no te apetezca, mucho más lejos que pensar que eres alguien por robarle a otros lo que tanto les ha costado conseguir.
Antes el respeto para mí no significada mucho. Me hacía gracia como ya he dicho. Era por costumbre entre mi grupo de amigos reírnos los unos de los otros, cambiar los planes de un día para otro y dejar tirado a quien fuese y un largo etcétera de cosas de las que ninguno éramos conscientes de sus consecuencias. Para mí el problema no llega cuando haces algo que no debes, sino cuando al hacerlo eres capaz de conciliar el sueño por la noche como lo haría quien está viviendo una buena vida. Es como una moneda de dos caras, pudiendo elegir una vida en la que ayudar a quienes están peor que tú, eliges otra en la que les destrozas aún más.
¿Qué podría y qué querría yo hacer para mejorar las cosas en lugar de empeorarlas? Empecé a hacer algunas buenas cosas, incluso cuando me salían mal. Comencé a trabajar y a leer, estaba motivado por encontrar algún propósito que me ayudase a construir algo que mereciese la pena mostrarle al mundo. Entonces hice la que quizás fue la mejor jugada que podía haber hecho, comencé a dejar de hacer el idiota por la mañana, por la tarde, al día siguiente y a la semana que le seguía también. Fue una jugada maestra, basta con dejar de hacer idioteces para ser un poco menos idiota cada día y ser un poco más inteligente. Pruébalo, los resultados son asombrosos. Hazlo durante un año sin parones ni excusas, y tu vida será completamente diferente.
El estudio filosófico de la moral, lo que es correcto y lo que no, es la ética. El resultado filosófico de las cagadas, enormes o absurdas, es que te comes un montón de marrones. Entonces aunque en tu vida hagas la mayoría de las cosas bien, el hecho de ser un traidor, un mentiroso o un ladrón hace que todo apeste a suciedad. Habrás visto cientos de veces por televisión a asesinos y violadores ser calificados por sus vecinos como "bellísimas personas que no daban ningún problema". Después de enterarte de que tu vecino del cuarto coleccionaba fotos de menores desnudos ¿cómo le tratarías, como un buen vecino o como un ser despreciable del que hay que alejarse a toda costa?
Concéntrate en el día de hoy de tal manera que puedas avanzar hacia una persona con principios y que sabe lo que quiere. Deja de seguir viviendo con vanas ilusiones de que alguien o algo vendrá en tu ayuda.