Bien, comencemos. Las personas, aun en estado de disconformidad nos negamos a cambiar dando por hecho que, o bien el cambio no servirá para nada o porque no confiamos lo suficiente en nosotros como para lograrlo. A esto se le llama resistencia al cambio y es tan sencillo como oponernos a algo que no conocemos, que en este caso va desde descubrir una nueva faceta de nuestra vida hasta un cambio radical de creencias y valores.
¿Cómo podemos fortalecer los músculos del cambio para que no se vean desbordados por la resistencia? En líneas generales se puede decir que vinculando un fuerte dolor al comportamiento o situación actuales y un tremendo placer a la idea de apostar por unos nuevos que nos traigan resultados distintos.
Las personas que menos se prestan a cambiar son aquellas que de algún modo se sienten satisfechas dejando las cosas como están, pero la complacencia alimenta el inmovilismo y en muchos casos crea un estancamiento dañino, porque nuestra naturaleza requiere crecimiento y todo lo que no aflora se destruye.
Si queremos niveles de placer futuro nos tendremos que exponer a nuestros miedos y a la vulnerabilidad presentes. Si nos interesa que algo o alguien cambie la mejor estrategia es poner más atención en nuestro propio cambio que en el temor o rechazo que hayamos estado sintiendo. Por tanto, si queremos arrollar las sensaciones de dolor e insatisfacción de nuestra lista de sentimientos diarios debemos evitar seguir prestando atención a aquello que los está causando. Aquello en lo que decidamos enfocarnos es aquello que más vamos a obtener.
Modelo de insatisfacción
Las personas nos movemos a través de lo que nos resulta sencillo y familiar, es lo que consigue hacernos sentir seguros. Sin embargo, una forma poderosa menos utilizada es hacerlo a través de la insatisfacción.
No somos víctimas de nada, y por lo tanto debemos dejar de considerarnos en disposición de aguantarlo todo. Siempre hay elección, y si sufrimos es porque lo hemos elegido en lugar de considerar otras opciones. El esquema es el siguiente:
( IxVxP= R )
El primer paso es la insatisfacción (I), es la que hace las veces de palanca para arrancarnos del lugar en el que estamos y salir a buscar algo mejor. La visión (V) es la construcción de ese lugar mejor, ya sea imaginado o de algo ya conocido. Y lo que nos queda es dar los primeros pasos que hagan sólida esa visión, que conviertan la idea inicial en un cambio serio.
Cuando establecemos metas la primera tarea es condicionarlas, es decir, someterlas hasta que dejen de ser una mera representación mental. Ya no nos imaginamos un nuevo futuro, ahora lo estamos construyendo a través de los pasos que vamos dando en el presente. Esta es la razón por la que mucha gente sabe hacia dónde quieren dirigirse, pero su falta de determinación les impide que su futuro se les ponga al alcance de sus sueños. Simplemente con empezar a hacer algo que nos empuje en la dirección de nuestras ideas o sueños se irán formando los caminos que nos llevan hasta ellos casi por arte de magia.
Que el modelo sea sencillo y rápido de aplicar no significa que los resultados, sorprendentes en muchos casos, sean igualmente rápidos o fáciles de asimilar. No se trata de buscar una ruptura decisiva de inmediato, basta con ir progresivamente mejorando cada área que consideremos importante para sentirnos satisfechos mientras disfrutamos de nuestra nueva forma de relacionarnos con los demás, de encajar los golpes que recibamos o de entender los pequeños placeres diarios como una fuente inagotable.