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Cuaderno de bitácora

Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

Jenner, cuando las vacas salvaron a los seres humanos


Del inglés Edward Jenner, padre de la inmunología, se dice que es el hombre que ha salvado más vidas en la historia, por su descubrimiento que revolucionaría la ciencia: la vacuna contra la viruela, una de las más temibles plagas de la historia de la humanidad, que causó la muerte del faraón Ramsés V hace más de 3.000 años y la del zar ruso Pedro II en 1730.

Edward Jenner nació en 1749 en la pequeña localidad rural de Berkeley, en el condado de Gloucester, el octavo de los nueve hijos del reverendo Stephen Jenner y su esposa Sarah. Apasionado de la poesía, fue conocido como el "sabio-poeta", aunque no sería su obra literaria la que le haría famoso.

A los cinco años murió su padre, siendo criado por su hermano mayor, también clérigo.  Con 14 años fue aprendiz del Dr. Daniel Ludlow, de Chipping Sodbury, de quien adquirió el conocimiento de la práctica médica y quirúrgica y donde surgiría su vocación profesional.

A los 21 años, en 1770 completó su formación en el St. George's Hospital de Londres con el gran cirujano e investigador John Hunter, convirtiéndose en su alumno preferido e iniciando una amistad que perduraría hasta el fallecimiento de Hunter en 1793. El maestro solía repetir a Jenner una máxima que le marcaría por siempre: "¿Por qué especular y no experimentar?".

En 1772, con 23 años, Jenner regresó a Berkeley como médico y cirujano. Aunque en años posteriores ejerció la medicina en Londres y Cheltenham, tendría su residencia fijada en Berkeley el resto de su vida, y sería alcalde y juez de paz de la localidad.

Inquieto y curioso, tocó el violín en un club musical, estudió horticultura y la migración de las aves, y buscó fósiles. 

Después de una decepción amorosa en 1778, pasó una década alejado de otras relaciones. Pero en 1788, uno de sus globos aerostáticos se estrelló en la propiedad de Anthony Kingscote. Cuando Jenner fue a recuperar el globo y disculparse, conoció a su hija Catherine y todo acabó en un matrimonio que duraría de por vida y del que nacerían tres hijos. Ese mismo año también, obtuvo su beca de la Royal Society por un artículo sobre la anidación de los cucos.

Cuando Jenner regresó a Berkeley, la viruela era una de las principales causas de muerte, en especial de niños. Desde hacía tiempo estaba extendido un método llamado "variolización". En 1716 llegó a Estambul el nuevo embajador británico, lord Montagu, cuya esposa, lady Mary Wortley Montagu, había sufrido la viruela dos años antes. Ella sobrevivió, cargando con la frecuente secuela de la desfiguración, pero su hermano murió.

En Estambul, lady Montagu descubrió que sus amigas turcas se infectaban deliberadamente a sí mismas y a sus hijos con pus de enfermos de viruela; sufrían ligeramente la enfermedad, pero quedaban inmunizadas. Lady Montagu inoculó exitosamente a sus hijos e introdujo el proceso en Londres en 1721.

La práctica se basaba en que una persona sana infectada con un caso leve de la enfermedad adquiría protección para lo sucesivo. El resto del siglo fueron inoculados personajes de alto rango, como los reyes de Dinamarca y de Suecia, los duques de Parma y de Toscana o la zarina Catalina II.

En 1775, George Washington, que había contraído años atrás la viruela en Barbados, estando al mando del ejército norteamericano, tomó la decisión de variolizar a sus tropas, la primera campaña masiva con fondos públicos del mundo.

Pero el método turco de variolización tenía inconvenientes: un pequeño porcentaje de los inoculados fallecían y la persona inoculada podría diseminar la enfermedad.

Médico rural, Jenner, que había sido variolizado de niño, observó que los ganaderos que rozaban las pústulas en las ubres de las vacas enfermas contraían la viruela bovina, lo que les provocaba ampollas en las manos; sin embargo, luego no se contagiaban de viruela humana.

El 14 de mayo de 1796, Jenner insertó pus de una pústula de viruela bovina de la mano de la lechera Sarah Nelmes en una incisión en el brazo del niño de ocho años James Phipps, hijo de su jardinero, que nunca había tenido viruela. Éste enfermó levemente, pero una semana después se recuperó. El 1 de julio, Jenner volvió a inocular al niño, esta vez con materia de viruela humana, pero no desarrolló la enfermedad. 

Repitió estos experimentos con otras 22 personas, y ninguna sufrió enfermedades graves. Jenner envió un artículo a la Royal Society en 1797 describiendo su experimento, pero se lo rechazaron con el argumento de que se precisaban más pruebas. Sin desanimarse, experimentó con otros niños, incluido su propio hijo de 11 meses. 

En 1798, Jenner divulgó los resultados en el pequeño libro costeado por él Una investigación sobre las causas y efectos de la Variolae Vaccinae; una enfermedad descubierta en algunos de los condados occidentales de Inglaterra, particularmente Gloucestershire, y conocida con el nombre de viruela bovina. Acuñó la palabra "vacuna", derivada del nombre latino de la vaca, alejado del vocablo inglés, que es cow. Pero la reacción del mundo científico a la publicación no fue favorable. 

La vacuna contra la viruela bovina no era fácil de conseguir, conservar y transmitir y los médicos que querían probar el nuevo proceso debían obtener el material de Jenner. Las muestras de viruela bovina a menudo se contaminaban con viruela humana porque quienes las manipulaban trabajaban en hospitales o realizaban variolización. Esto condujo a afirmaciones de que el método no era seguro. Jenner esperaba siete días desde que aparecían las pústulas de viruela bovina para tomar muestras, con lo que la enfermedad resultaba menos agresiva.

La Asociación Médica de Londres se opuso al tratamiento alegando nada menos que los vacunados desarrollarían características bovinas. Aunque dos importantes damas, la condesa de Berkeley y lady Duce, hicieron caso omiso y pidieron a Jenner vacunar a sus hijos.

Los críticos, especialmente por razones religiosas, rechazaban la idea de inocular a personas con sustancias de criaturas inferiores. Jenner también halló la oposición del filósofo Kant. Pero las cifras de mortalidad por viruela se desplomaron, y Jenner a pesar de los ataques continuó su vacunación, que poco a poco se impuso en Europa por la vía de los hechos. En 1803 se creó en Gran Bretaña la Real Sociedad Jenneriana, para vacunar gratuitamente contra una enfermedad que mataba 80.000 británicos cada año.

En 1800, la vacunación llegó a España y en 1803 el Gobierno organizó una "Expedición filantrópica" dirigida por el cirujano y médico militar Francisco Javier Balmis, que durante tres años llevó la vacuna a América, Filipinas, Macao, China y Santa Helena, inmunizando a más de 500.000 personas. Jenner escribió sobre esta expedición española: "No puedo imaginar que los anales de la historia nos proporcionen un ejemplo de filantropía tan noble y amplio como éste". En reconocimiento recíproco, ese mismo año, Jenner fue nombrado académico de la Real Academia Médica Matritense. En 1806, un importante espaldarazo fue que Napoleón vacunó a su ejército.

Jenner pasó su vida proporcionando material de viruela bovina, explicando los beneficios de la vacunación y asesorando cómo llevarla a cabo. Decía que era "el empleado de vacunas del mundo". Desarrolló técnicas para tomar materia de viruela humana y secarla en hilos o vidrio para poder transportarla.

Se abrió la puerta a otras vacunas contra enfermedades humanas sin un equivalente animal benigno, usando microorganismos debilitados. Jenner no pudo dar ese paso porque aún no se comprendía la causa de la enfermedad. Por eso, algunas de sus conjeturas fueron incorrectas. Fue preciso el descubrimiento de los gérmenes, gracias a Robert Koch y Louis Pasteur.

Jenner se hizo tan prestigioso que podría haberse instalado en Londres, pero regresó a Berkeley a llevar una vida tranquila. Aunque recibió reconocimiento mundial, no intentó enriquecerse con su descubrimiento y dedicó tanto tiempo a la vacunación que descuidó su ejercicio profesional y sus asuntos personales. El Parlamento británico le recompensó con 10.000 libras esterlinas, una suma colosal, en 1802 y en 1806 con 20.000 más, pero siempre fue modesto. Sociedades y universidades de todo el mundo le otorgaron títulos honoríficos. Napoleón acuñó una medalla en su honor en 1804, la emperatriz de Rusia le regaló un anillo y recibió un cinturón de cuentas Wampum y un escrito de agradecimiento de los jefes indios norteamericanos. Fue nombrado médico del rey Jorge IV en 1821. Se erigieron estatuas en su honor en Tokio y Londres, esta última originalmente en Trafalgar Square en 1857, aunque tuvo que trasladarse en 1862 a Kensington Gardens, donde se encuentra en la actualidad, por presiones de los antivacunas.

Jenner dedicó su vida a llevar a cabo la práctica y se aseguró de que fuera gratuita para quienes más lo necesitaban, convirtiendo una rústica casa de verano de su jardín en la primera clínica de vacunación del mundo, a la que llamó "el Templo de Vaccinia".

Sus últimos años de vida, Jenner sufrió la muerte de su hermana Mary y de su hijo mayor Edward, de solo 21 años, en 1810; la de su hermana Anne, en 1812, y en 1815 la de su esposa Catherine, todos de tuberculosis. Al enviudar, Jenner se retiró de la vida pública. El 25 de enero de 1823, una apoplejía lo dejó paralizado, falleciendo al día siguiente, con 73 años. Acababa de finalizar un estudio sobre la migración de los pájaros. Fue enterrado junto a sus padres, hijo y esposa en la iglesia de su localidad natal. Su amigo el médico John Baron heredó sus escritos y fue su primer biógrafo en 1838.

En 1840, el Gobierno británico prohibió la variolización o cualquier método de vacunación contra la viruela que no fuera el de Jenner y estableció que la población fuese vacunada gratis. La vacunación se hizo obligatoria en 1853, aunque hubo protestas de quienes demandaban libertad de elección.

En 1967, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó su campaña para erradicar la viruela en el mundo. Equipos internacionales vacunaron a todas las personas en las áreas de riesgo. El último caso conocido de viruela fue el de un joven en Somalia en octubre de 1977. En 1979 un esfuerzo internacional culminaba el trabajo de Jenner. En Ginebra (Suiza), los 19 miembros de la Comisión Mundial para la Certificación de la Erradicación de la Viruela corroboraron que la enfermedad (que solo en el siglo XX causó 300 millones de muertes) había desaparecido, como ya predijo Jenner en 1801.

Los últimos especímenes del virus de la viruela se custodian en dos laboratorios, los CDC de Atlanta, en EE.UU., y el Instituto Vector, en la Siberia rusa, entre enormes medidas de seguridad. 

En 2005 se creó en la Universidad de Oxford el Instituto Jenner. Desde 1985, y en la actualidad, en Berkeley se puede visitar Chantry House, convertida en la casa museo de Edward Jenner, con su estudio y su jardín, que alberga el denominado Templo de Vaccinia. Y a pocos kilómetros, en Gloucester, la nave de la espectacular catedral donde se han rodado películas de Harry Potter recibe a los fieles desde 1825 con una estatua de Edward Jenner, obra de Robert William Sievier. No es habitual hallar en una catedral una escultura de quien no es un santo ni una figura sagrada, pero si uno ha logrado salvar millones de vidas humanas, siempre se puede hacer una excepción.

 

Fotografía estatua: Gabriela Torregrosa