Miguel Joaquín Eleicegui Arteaga, 'El Gigante de Altzo' o Altzoko Handia, nació en 1818 en el caserío Ipintza de Altzo Azpi, el barrio de la zona baja de Altzo, un municipio guipuzcoano cercano a Tolosa, de menos de 500 habitantes, con un privilegiado entorno natural.
Fue el cuarto de nueve hermanos, tres hermanos mayores y otros cinco, tres chicos y dos chicas, menores que él, todos ellos de medidas físicas corrientes. Su infancia y adolescencia transcurrieron normalmente, con el duro golpe de la pérdida de su madre cuando Eleicegui tenía 10 años.
Pero al cumplir los 20 años, Miguel Joaquín sufrió acromegalia, una enfermedad causada por un defecto de la glándula pituitaria que provoca una secreción excesiva de la hormona del crecimiento. La gente se quedaba admirada por su tamaño, lo que hacía que Miguel se sintiera mal y se considerara a sí mismo como "aborto de la naturaleza". Su enfermedad no se describiría hasta varias décadas después, cuando en 1886 el neurólogo francés Pierre Marie desarrolló la primera referencia de esta anomalía. Pero en ese momento, nadie sabía explicarse qué le ocurría al joven, que era delgado y bien proporcionado, aunque su tamaño le hacía avergonzarse. Un buen hombre, humilde y trabajador al que le gustaba jugar al tute y a la lotería.
Eleicegui siguió creciendo durante toda su vida y llegó a ser el ser humano más alto en la Europa de su tiempo, con una estatura de 2,42 m y un peso de 203 kg. Comía lo equivalente a tres personas y bebía diariamente 23 litros de sidra. Gastaba un número 63 de calzado.
En aquella época el estadounidense Phileas Taylor Barnum se hizo famoso exhibiendo ante el público a "fenómenos humanos", es decir, personas con características físicas extraordinarias, lo que inspiró a José Antonio Arzadun, vecino de Lecumberri (Navarra), a formar una sociedad con Joaquín Arrese y Joaquín de Beraza "a fin de sacar alguna utilidad del público por el grandor del cuerpo", para exhibir al gigante por diversos pueblos y ganar dinero. El contrato entre la sociedad y Miguel Joaquín, firmado en 1843, establece que la sociedad le costearía todo el tabaco que deseara, además de dejarle ir a misa todos los días, dondequiera que se hallara.
La primera exhibición se realizó en Bilbao y, rápidamente, se convirtió en un personaje muy popular. Así Miguel comenzó a viajar y a mostrarse vestido de turco o de general de la armada, para aumentar el impacto visual, primero por España y luego por Europa, donde fue presentado como el 'Gigante vasco'.
La atracción resultaba irresistible para aristocracia y pueblo llano por igual. Visitó en Madrid a Isabel II, en Francia al rey Luis Felipe, en Portugal a la reina María de la Gloria y en Inglaterra a Victoria I. En Gran Bretaña le buscaron una novia que le llegaba por la barbilla y le propusieron casarse con ella, ya que podía beneficiar su espectáculo, pero él pidió volver a su pueblo. Era un hombre triste y solitario, a causa de la inseguridad que le causaba sentirse diferente. Muy probablemente padecía osteoporosis y artrosis severas, con dolores en las articulaciones y cefaleas, por la anomalía hormonal en la glándula del crecimiento.
Miguel Joaquín de Eleicegui murió con 43 años en 1861 en su pueblo natal por una tuberculosis pulmonar, y fue enterrado en el cementerio de Altzo, según acredita la partida de defunción. Pocos días antes de morir otorgó testamento a favor de su padre y su hermano: constaba de varios miles de reales y alguna propiedad. Corrió la leyenda de que alguien robó o vendió sus huesos, ya que queriendo exhumar su cuerpo tiempo después, había desaparecido de la sepultura.
Sin embargo, en agosto de 2020, se comprobó que 'El gigante de Altzo' estaba en el cementerio del municipio. El forense Francisco Etxeberria, al frente del equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi buscó los restos de Miguel Joaquín Eleicegui, comenzando por la tumba familiar del pequeño camposanto de la Iglesia San Salvador de la localidad, en desuso desde hace más de tres décadas. Pero el cuerpo no se encontraba en la sepultura, sino en un osario, pues lo normal después de tanto tiempo es que los huesos se sacaran para enterrar a otro miembro de la familia y los antiguos se llevaran a ese lugar. En junio de 2022 se trasladaron a la tumba familiar.
La excavación, trabajo conjunto entre el Ayuntamiento de Altzo y Aranzadi, desmintió la leyenda de que unos extranjeros -se decía ingleses- poco después del enterramiento sustrajeron los restos.
El filme Handia (2017), de Aitor Arregi y Jon Garaño, ha contribuido en los últimos tiempos a despertar el interés por la figura de 'El gigante de Altzo', al ser ganadora de 10 Premios Goya (de sus 13 nominaciones) en 2018, sólo superada en la historia de los Goyas por Ay Carmela (1990) y Mar adentro (2004).
El gigante de Altzo es el protagonista del Centro de Interpretación de la localidad, surgido en 2003. Su pieza central es una figura a tamaño natural de Eleicegui, creada en 2018 por el artista Iñaki Moyua. El Centro muestra las prendas que se utilizaron en el rodaje de la película, las marionetas de la ópera infantil creadas por Néstor Basterretxea, cedidas por el TOPIC de Tolosa, y reproducciones de objetos que pertenecieron al gigante: su silla de 64 cm, sus guantes de 33 cm, la horma de sus zapatos y su boina. Los objetos reales, propiedad de la Diputación Foral de Guipúzcoa, pueden verse en la exposición permanente en el claustro alto del Museo de San Telmo de San Sebastián.
En el caserío natal de Miguel Joaquin, Ipintza baserria, existe una talla en piedra del personaje realizada por Juan López en 1968 y una abarca de tamaño original, 42 cm. En las paredes de la cercana iglesia parroquial de San Salvador, donde Miguel Joaquín fue bautizado, se ven aún las muescas cinceladas por el cura para tomar las medidas del Gigante de Altzo a medida que fue creciendo. Entre el frontón y la ermita de Santa Bárbara se encuentra desde 2007 otra talla de piedra en tamaño natural, gracias a la iniciativa del Ayuntamiento y de las manos del escultor Tomás Ugartemendia, para la que se han utilizado piedras de la cantera de Altzo. Fotografiarse al lado es la prueba de fuego para asimilar verdaderamente la altura del protagonista de esta historia agridulce.
Fotografías: Gabriela Torregrosa