Julio Verne publicó su célebre novela La vuelta al mundo en 80 días por entregas en el diario Le Temps entre el 7 de noviembre y el 22 de diciembre de 1872, obteniendo un enorme éxito. La obra, cuyo protagonista se llama Phileas Fogg, sería publicada como un solo volumen el 30 de enero de 1873, y desde entonces no ha dejado de imprimirse, convirtiéndose en un clásico de la literatura.
Verne afirmó que la idea de la trama le surgió en 1871 tras leer un artículo sobre un viaje de Thomas Cook alrededor del mundo. Sin embargo, años después, el aventurero norteamericano George Francis Train aseguró a un periodista inglés que le entrevistaba que él era la base real en la que se había inspirado Julio Verne para construir el personaje de Phileas Fogg. No en vano, en esa época comenzaron a extenderse por Francia noticias de las hazañas de Train, y pudieron haber llegado a oídos del escritor. Pero Phileas Fogg y George Francis Train no comparten características personales: ni en país de origen, ni en estatus social, ni en nivel educativo, y mucho menos los episodios del viaje novelado se asemejan lo más mínimo a los del real.
George Francis Train (un apellido muy apropiado para un gran viajero) nació en Boston en 1829. La familia se mudó a Nueva Orleans, donde su madre y sus tres hermanas murieron de fiebre amarilla cuando George tenía cuatro años. Su padre envió a Train a vivir con sus abuelos maternos para escapar de la plaga, de la que acabaría falleciendo también su padre.
Los abuelos, rigurosos metodistas, vivían en una granja en Waltham, Massachusetts. De esa época, Train conservó toda su vida su repudio del tabaco y el alcohol. Con 14 años, se puso a trabajar en una tienda de comestibles como chico de los recados, y dos años después ya era el encargado de la tienda. A los 16 años conoció a Enoch Train, un primo rico de su padre que dirigía una empresa de transporte ferroviario y marítimo, la White Diamond Line, de la que Train se convirtió en empleado, organizando las rutas de los clíper que navegaban alrededor del Cabo de Hornos a San Francisco. Entonces comenzó su primera vuelta al mundo, en la que empleó dos años, ligada a los negocios de la compañía de transporte.
En 1851 se casó con la sureña Wilhelmina Wilkinson Davis. Tuvieron cuatro hijos, de los que tres sobrevivieron a la infancia. En 1853 se marcharon a Australia, como muchos estadounidenses atraídos por la fiebre del oro allí. En ese país, Train estableció rutas comerciales con Liverpool. Mientras vivía en Australia, Wilhelmina quedó embarazada y él insistió en que regresara a los Estados Unidos para que su hijo pudiera nacer allí y convertirse un día en presidente. Pero no dio tiempo: Wilhelmina dio a luz a una niña en Liverpool.
En Australia, Train redactó una moción a favor de la entrada de orientales sin restricciones, y junto a su socio Ebenezer Caldwell, un capitán de barco de Nueva Inglaterra, organizó un cuerpo de bomberos voluntarios. Importaban ropa, armas de fuego, harina, materiales de construcción, medicinas, herramientas de minería, carruajes y carretas.
Ya desde la década de 1860, la gente notaba las extrañas costumbres de Train y se preguntaba sobre su cordura. Esta será una constante en toda su vida: su fluctuación en la opinión pública entre farsante, excéntrico, genial y loco.
Durante la guerra civil estadounidense (1861-1865) Train vivió en Inglaterra, donde promovió la causa de la Unión como uno de los portavoces de los estados del Norte, y con un periódico que dirigía desde la distancia. Su apoyo a la Unión Americana perjudicó sus empresas inglesas. Allí introdujo los primeros tranvías de caballos en las ciudades de Birkenhead y Londres, que después se extendieron por toda Europa. Regresó a los Estados Unidos convencido de poder ayudar a poner fin a la guerra porque su esposa estaba relacionada con Jefferson Davis. Colaboró con la revista The Revolution, en apoyo del movimiento sufragista femenino en Estados Unidos, y defendió ideas muy adelantadas para la época, como jornadas de trabajo más cortas (cuando la jornada era superior a diez horas), o salario igual para las mujeres por el mismo trabajo.
En 1869 decidió construir un ferrocarril transcontinental Union Pacific a través de las Montañas Rocosas. Para ello montó la empresa Credit Mobilier con Thomas Durant y el patrocinio de dieciséis amigos. Invirtió en bienes raíces a lo largo de la ruta, como 5.000 lotes de casas en Omaha valoradas en 30 millones de dólares. Dejó la Credit Mobilier justo antes de que estallara un escándalo de fraude y especulación, al destaparse la concesión de acciones a los congresistas a cambio de su influencia política.
Ese mismo año comenzó su campaña para llegar a la presidencia de los Estados Unidos por el partido republicano, pero antes de terminarla anunció que haría su segundo viaje alrededor del mundo, esta vez en 80 días. Partió de Nueva York a finales de 1870, eligiendo como primer medio de transporte precisamente el ferrocarril Union Pacific a California. En medio del trayecto, participó en la insurrección de la Comuna de París, por lo que fue encarcelado en Lyon, pero sería liberado después de 13 días por intervención del gobierno de EE.UU. y de Alejandro Dumas padre. De no haber sido detenido ese tiempo, habría completado el viaje en 80 días.
Train no logró presentarse a las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 1872 y el candidato final republicano fue el editor del New York Tribune, Horace Greeley. Pero en diciembre de 1872, una de las controvertidas publicaciones de Train llamó la atención de las autoridades de Nueva York. Él y John Wesley Nichols, un fotógrafo de veintitrés años y director de campaña de Train, se enfrentaron a los cargos de "publicar una hoja obscena y blasfema llamada Train Ligue", que era el periódico de la campaña presidencial de Train. Este fue procesado y encarcelado varios meses, hasta ser absuelto en mayo de 1873. A partir de ahí, sus problemas con la justicia y su paso por prisión fueron reiterados.
En Europa conoció a la Reina española María Cristina, que poseía tierras en Pensilvania. Train organizó la financiación del Atlantic and Great Western Railroad a través de esas tierras de la reina. El ferrocarril fue un fracaso, pero Train obtuvo 100.000 dólares en comisiones.
En 1889-90 la periodista del New York World Nelly Bly logró viajar alrededor del mundo en 72 días, seis horas y 11 minutos. Esto espoleó a Train para intentar mejorar ese tiempo. Convenció al periódico Tacoma Evening Ledger para que anunciara su tercer viaje alrededor del mundo en 1890. Lo completó en 67 días, 12 horas y dos minutos. Tenía 61 años.
Dos años después, en 1892, la ciudad de Whatcom, en el Estado de Washington, le financió el cuarto viaje alrededor del mundo como marketing para dar a conocer la ciudad. Train terminó el viaje en 60 días.
Su esposa, de la que había vivido separado desde 1872, falleció antes que él, en 1879. Train pasó sus últimos años solo, casi recluido en el Hotel Mills de Nueva York, escribiendo su autobiografía, apenas saliendo a un parque cercano a entretenerse con las palomas y dando pequeñas monedas a los niños. En 1903 parece haber contraído viruela, y sus papeles fueron destruidos, bajo la sospecha de que albergaban gérmenes de la enfermedad.
Murió en 1904 de la dolencia de Bright, en su habitación de hotel, con su hija a su lado, y le extirparon el cerebro antes de ser enterrado, para ser sometido a estudio científico. Las flores de su entierro fueron distribuidas entre los niños enfermos de los hospitales de la ciudad.
Pero habría mucho más que decir de este polifacético personaje. "Toda la historia no puede ser contada en un solo volumen", escribió Train en el prefacio de sus memorias Mi Vida en Muchos Estados y en Tierras Extranjeras, publicadas en 1902, dos años antes de morir, y llenas de afirmaciones indemostrables e increíbles, como que inventó el lápiz con la goma pegada a un extremo o el salmón enlatado. Pero por muchas que sean sus hazañas, hoy día es recordado sobre todo por la especulación de si realmente fue, como afirmaba, la persona de carne y hueso que se esconde detrás del inmortal personaje de ficción de Julio Verne, Phileas Fogg. Algo que probablemente nunca lleguemos a saber a ciencia cierta.
Fotografías: Gabriela Torregrosa