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Por Emilio Rodríguez García

Las redes sociales no son un reflejo de la sociedad


Erróneamente consideramos que lo que se ve en la televisión, en los periódicos y en las redes sociales es el reflejo de lo que ocurre en nuestra sociedad. No podríamos estar más equivocados.

Los medios de comunicación están polarizados. Según la mano que mece el capital, te dirán una u otra cosa. Y no se libra ninguno. No son ONGs cuya filosofía de vida sea informar y permitir el libre albedrío. Hasta el medio más recóndito y pequeño tiene un mecenas que, en algún momento, definirá la línea editorial de la publicación.

¿Es el fin del mundo? No, hombre, no. Bastará con leer varios medios para tratar de obtener una información lo menos sesgada posible. Invertir tiempo y esfuerzo en leer diferentes opiniones, a veces totalmente contradictorias, nos permite razonar y considerar la opción más realista y adecuada. Y si queréis profundizar, leed los comentarios o incluso participar en los debates. Es sumamente enriquecedor y nos ayuda a formar una opinión crítica sobre cualquier tema.

El objetivo de los medios ya no es (sólo) informar, sino captar nuestra atención el máximo tiempo posible. No se han corrompido, han evolucionado. Es su mecanismo de defensa frente a las voraces redes sociales, que canibalizan la atención de los usuarios para evitar que abandonen sus plataformas. Y nada vende mejor que la polarización y el enfrentamiento.  En eso, las redes sociales tienen un doctorado cum laude.

Por norma general, las opiniones extremas sobre cualquier tema son minoritarias. La inmensa mayoría de la población es capaz de razonar y considerar aspectos positivos y negativos en cualquier debate. Si representamos gráficamente estas opiniones, obtendremos una distribución normal, comúnmente conocida como campana de Gauss. En el centro está el pico de la campana, donde se agrupan la mayoría de las opiniones moderadas. En los extremos, las minorías con posturas radicales.

¿Por qué parece que las redes están dominadas por estas opiniones extremas? Es como cuando un producto acumula muchas reseñas negativas: no significa necesariamente que sea malo, sino que quienes están insatisfechos tienen más incentivos para opinar. En el caso de las redes sociales, quienes publican activamente suelen tener posturas más polarizadas que la mayoría silenciosa.

Nos resulta imposible resistirnos a ser polarizados. Está en nuestra naturaleza, por eso los algoritmos de las redes sociales priorizan las publicaciones que generan más interacción. No buscan mostrarte la realidad, sino contenidos que te hagan reaccionar disparando nuestra dopamina. Lo que se denomina con el anglicismo, engagement.

A poca gente le interesa el último libro de fulanito, pero si lo rodeamos de un halo de misterio y contamos que lo escribió mientras supera un cáncer de tifoides (no, no existe) y que su mujer lo dejó tirado para irse de fiesta con el político de moda, *¡boom!*, éxito de ventas. Se venderá por doquier, aunque sea para dejarlo en la mesita de noche por si se cuela algún mosquito y hay que espachurrarlo contra la pared. El marketing siempre ha jugado un papel fundamental en el éxito de las campañas, pero hoy en día jugamos en otra liga. Tenemos tantos datos de los usuarios que es relativamente sencillo predecir qué generará interacción. Y los algoritmos lo saben.