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Por Emilio Rodríguez García

La cafeína, esa gran compañera


El café es un regalo que me hago cada día. Me levanto, voy al baño, entro en la cocina y me digo: "toma, disfruta de esta taza de café negro recién hecho. Es para que tu día comience de la mejor manera, así que no lo estropees". En un par de ocasiones se me ha caído la taza antes de llegar incluso a salir de la cocina, pero son excepciones.

Para los más puristas del lenguaje, discúlpenme por recalcar que el café es negro, quería dejar claro que no es con leche ni ningún otro sucedáneo con más azúcar que cafeína.

Y es que cada día necesito más café, algo que no me sorprende dado el panorama actual. No sé si será por la vorágine de noticias lamentables que inundan los informativos, por las peleas entre políticos que buscan antes el rédito que ser útiles, el fango en el que se han metido de lleno los medios de comunicación o la ya tan manida respuesta de "esto es un bulo".

Lo he tratado de resumir en unas pocas líneas, pero el panorama es desolador. Cada día hay un gran momento que nos hace olvidar el anterior. Y si no existe, se crea. Lo importante es que nosotros, los burros, sigamos la zanahoria sin preguntarnos dónde está atada ni cuándo llegaremos a ella.

Ya no contamos con los extintos mentideros públicos o sus sustitutos actuales, los bares. Esos maravillosos espacios que cierran a decenas cada día en este país. Lugares que cada vez cuentan con menos feligreses para intercambiar opiniones, actualizar información y estar a la última de una manera relativamente sana. Ahora, en los pocos que quedan, cada cual está absorto en su pantalla. A veces una lágrima resbala por mi mejilla cuando alguien me pregunta si he terminado con el periódico.

La información se transmite en forma de telaraña a través de Internet sin un emisor ni receptor claro. Puedes informarte por WhatsApp, X, Meta, cualquier web o newsletter. Existen tantos formatos que podemos concluir que la información está totalmente descentralizada. Estamos en la era del bosque oscuro.

Y como no se pueden poner puertas a ese gran campo que es Internet, el paso lógico sería embarrar la información para crear una espesa niebla informativa que impida que la gente sepa realmente lo que está ocurriendo. Y entre el fango, cual salvador terrenal, surgirá el Ministerio de la Verdad. El único ente capacitado para filtrar lo que realmente es cierto de lo que no. Ya lo han hecho, y se ha visto que no ha funcionado. Aunque nuestro coeficiente intelectual sigue mermando, la gente, de momento, no es tonta y es muy humano recelar de todo. Sin una figura clave, pura y limpia, al frente de un medio, será difícil recuperar la confianza que años de esparcir basura digital nos ha ido quebrantando.

En fin, apuro este maravilloso café y probablemente vaya a por otro, que para navegar en esta niebla informativa, uno necesita estar bien despierto.