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Por Emilio Rodríguez García

La energía nuclear como salvación de la IA


Contaba yo con la tierna edad de 12 años cuando conocí la central nuclear de Lemóniz. Bajando en coche hacia el valle donde reposa -y mientras admiraba su grisácea estructura- me sorprendí al saber que nunca había llegado a funcionar.

Mi joven cerebro no era capaz de procesar cómo, después de lo que tendría que haber costado hacerla, todo ese esfuerzo y dinero quedase allí abandonado a merced de la madre naturaleza. Lógicamente había implicaciones más allá del tiempo y del dinero, pero pensando en términos de productividad, para mí era un desastre.

Ya más mayor, y con una capacidad de raciocinio superior a la de aquel infante, me volvió a sorprender la noticia de que España cerrará todas sus plantas nucleares para pasar a depender únicamente de energía limpia. Por si no lo saben, contamos en la actualidad con 5 centrales nucleares operativas y su desmantelamiento se iniciará en 2027, con la previsión de terminar en 2035. Veremos si se cumplen los plazos, aunque ya me temo yo que no será así.

A partir de ese momento, los pájaros trinarán cada mañana, las flores crecerán en verdes campos y todos saltaremos juntos de las manos mientras recorremos caminos de piedras por arbolados bosques. Verde, verde y más verde. Por que claro, con la transición a los coches eléctricos nos ha ido muy bien, ¿verdad?.

Y aquí, cuando me atrevo a sacar el tema, siempre hay alguien que hace referencia a que, en Alemania marcan tendencia, y que saben más que nosotros. Pero no les está yendo muy bien desde que se inició la guerra con Rusia y volaron el Nord Stream. Tenemos como pruebas fehacientes los cierres de sus fábricas de automoción y los despidos masivos de trabajadores.

Siempre he tenido una máxima y es que, si algo funciona no lo toques. Nos iba de perlas con la industria automovilística en Europa (de las pocas con las que contamos), pero nos hemos empeñado en meter el coche eléctrico hasta en la sopa y, claro, China nos ha dejado atrás. Ya no es que fabriquen más cantidad, mejor y más rápido, es que tienen en su poder toda la cadena de fabricación, desde los componentes básicos para las baterías hasta las fábricas y la logística. Vamos, que nos han adelantado por la derecha, y encima sin consumir.

Más listos fueron los japoneses, que siendo Toyota y Lexus dos de las marcas más cotizadas y fiables del mercado, pararon la tontería del eléctrico a tiempo para seguir poniendo el foco en un producto de calidad y no dejarse arrastrar por la moda de las tendencias. Cuando tienes claras las cosas y un buen líder a los mandos, tomas tus propias decisiones.

Si alguien tiene la osadía de decirme que el coche eléctrico es más limpio que uno de combustión actual, que revise los procesos para crear, mantener y reciclar las baterías, amén del daño medioambiental para la extracción de los materiales clave para su desarrollo. Que también reflexione sobre la cantidad de cable e instalaciones eléctricas que habrá que construir para dar cabida a semejante demanda en el hipotético caso de que sigamos por este camino y, por último, pero no menos importante, que se imagine un escenario en el que un coche eléctrico se incendia en un garaje con otros 80 vehículos de la misma índole y que ningún bombero sea capaz de apagarlo durante horas o incluso días. Cuando todo esto se normalice, y ocurra, nos llevaremos las manos a la cabeza para darnos cuenta de que de verde tenía más bien poco. Y encima, nos ha costado muy caro.

Pero no nos vayamos por las ramas y volvamos al tema de las nucleares. Nosotros queremos cerrarlas, porque consideramos que es algo dañino. Chernobyl, Fukushima e incluso Godzilla  han hecho mucho daño a nuestra percepción del peligro. Y ojo, que el peligro existe, pero tienes menos posibilidades de vivir un desastre nuclear que de que te toque la lotería.

Austria, Dinamarca, Luxemburgo, Portugal y España son los países que han optado por cerrar sus centrales nucleares. Por otro lado, Bélgica, Francia, Italia, Países Bajos, Polonia, Bulgaria, Croacia, Chequia, Finlandia, Hungría, los Países Bajos y Suecia han tomado la decisión contraria: mantener y seguir apostando por una energía constante y eficiente.

¿Qué sentido tiene que nosotros pasemos a tomar el sol (encareciendo sustancialmente nuestra factura de la luz y dependiendo de factores externos) mientras todos nuestros vecinos apuestan por la energía nuclear?. Ellos generarán energía limpia las 24 horas del día de manera constante, volviéndose más eficientes y mejorando sus facturas. Nosotros, lo contrario. Y aquí está la cuestión clave ¿si hay un desastre nuclear apelaremos a las fronteras para que la fuga radiactiva no nos llegue?.

Países como China y Estados Unidos están invirtiendo considerablemente en energía nuclear, tras reconocer que es una de las pocas fuentes capaces de satisfacer las necesidades energéticas actuales y futuras sin contribuir al cambio climático. El objetivo es construir reactores más pequeños y modulares, para reducir los costes de construcción y cumplir con la normativa vigente. Incluso países tradicionalmente escépticos, como Japón y Alemania (después de ver las orejas al lobo), están reconsiderando la energía nuclear debido a sus beneficios en términos de eficiencia y sostenibilidad.

¿Saben ustedes cuáles son los principales limitantes del desarrollo de la Inteligencia artificial?

  1. Los chips (componentes básicos) para hacer funcionar los servidores de IA.
  2. La energía, dado que los centros de datos centrados en IA requieren una cantidad enorme de electricidad.

Y ahora, sumen conmigo. Los países que lideren la tecnología de IA serán los que se sitúen por delante de los demás en un ámbito tecnológico sin precedentes. Nosotros, en lugar de estar apostando por esto, nos dedicamos a meter palitos (eso sí, verdes) en los radios de nuestra bicicleta. Cuando nos caigamos, veremos si podemos continuar con la carrera y ser competitivos, pero lo que está claro es que de llegar a la meta, lo haremos los últimos. El cuento del burro con la zanahoria de manual.

No me malinterpreten, quiero un futuro lo más limpio posible para dejar a las generaciones futuras, pero si queremos tener voz y voto en este asunto, no podemos ser los últimos monos en llegar a la mesa donde se toman las decisiones. Si pensamos por nosotros mismos y equilibramos las necesidades, llegaremos más lejos que si nos dejamos arrastrar sin ser reflexivos y pensar en los problemas y retos a medio y largo plazo.