Lo reconozco, es una máxima a la que recurro con cierta asiduidad. Y creo fervientemente en ella. Eso sí, me preocupa que nos volvamos del todo ignorantes.
Cuando voy al pueblo de mi mujer me asombra ver la manera en que la gente cuida sus huertos y animales o repara sus casas, coches y herramientas. Es fabuloso. A menudo me descubro pensando que si alguna vez hay un desastre natural grave, serán aquellos -con ese conocimiento transversal de las cosas básicas- quienes realmente tengan una oportunidad de sobrevivir. Y las cucarachas.
¿Qué sabemos los urbanitas del troquelado de los mastines o de reparar la cuerda de arranque de la motoazada?. No me tachéis de bucólico, por favor, dejémoslo al menos en realista consumado.
Avanzamos hacia la inmediatez, la simpleza y el resultado, evitando (o ignorando) el proceso que nos ha llevado al mismo. Y ahí radica el problema. Nos volvemos más dependiente de un sistema que, eventualmente, fallará. Lo hará por una guerra, por una pandemia, por una tormenta solar o por Dios sabe qué, pero cuando ocurra, no estaremos preparados. Sólo saldrán adelante los que conozcan el proceso de principio a fin y tengan acceso a los recursos básicos (comida, agua, un primo político, etc.).
No necesitamos mucho, pero el conocimiento es la piedra angular de todo y sin eso, estamos perdidos. Dios nos pille confesados.
En los últimos meses, hemos asistido al lanzamiento de inteligencias artificiales que permiten hacer dibujos a partir de un texto (Dall-E), generar audios (AudioGen) o escribir a partir de unas pequeñas indicaciones para generar un contenido totalmente funcional (Neuroflash). En algún punto debemos trazar la línea que separa la comodidad para una existencia más plena y la dependencia que nos pueda hacer involucionar.
Como ejemplo de la mediocridad hacia la que avanzamos, C+ R Research ha lanzado un estudio en el que demuestra que más del 40% de los americanos encuestados se habían olvidado de alguna suscripción que seguían pagando y no usaban. Al menos para su bolsillo, la ignorancia no da la felicidad. El abanico es amplio, pero se nota la diferencia de los Baby Boomers, donde sólo el 24% se olvida que está tirando el dinero, al 55% de la Gen Z. Sí, señores, los que nos pagarán (o no) las pensiones.
Si queréis acompañarme en este sinuoso pensamiento, os recomiendo la serie de televisión ?Black Mirror?, donde asistiremos ojipláticos a un futuro no tan lejano donde el avance tecnológico pone en aprietos a la humanidad. En libros, recomendaría ?El bosque oscuro? del chino Liu Cixin; más de 10 horas de lectura que nos suscitarán reflexiones acerca de la evolución de la sociedad y la humanidad tras la amenaza de una invasión alienígena. Si no os gusta la temática, siempre podéis aplicar el efecto Lindy para encontrar algún libro que merezca la pena.
A veces, ignorar no es la solución. Aprender y enfrentarse a los retos (físicos o psicológicos) puede marcar la diferencia.