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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

El morbo del suceso


Es habitual que cada vez que hay un suceso dramático tengamos imágenes en primicia del incidente. De hecho, es habitual que la gente que está alrededor tenga a mano su teléfono haciendo fotos, grabando vídeos e, incluso, comentando como si fuera un telediario para que sus amistades y familiares no pierdan detalle del momento. Sin embargo, aquí existe un conflicto entre el derecho a la información y la invasión de la privacidad.

La Constitución Española de 1978 recoge varios derechos en el Título I, Capítulo segundo, Sección 1ª, artículo 20. Destaca en este aspecto la libertad de expresión y también el derecho a comunicar y recibir información. Por si no fuera suficiente, en el punto 2 del artículo 20, dice textualmente: "no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa". Entonces, ¿la información tiene límite? Y si lo tiene, ¿dónde se establece ese límite?

Sin ser considerado censura en ningún caso, podríamos decir que todo esto queda ciertamente acotado en la privacidad de los afectados por el incidente. El derecho a la privacidad se recoge en la Declaración de Derechos Humanos de 1948, en el artículo 12. Y posterior a la Constitución Española, tenemos diferentes leyes que también lo defienden para dar mayor cobertura en diferentes materias.

Podríamos decir que existe un atractivo enfermizo por los sucesos. No es únicamente un cotilleo y querer enterarse. Se llama morbo a aquello que causa una necesidad, un atractivo por lo turbio. Algo que nos hace prestar expresa atención aunque de ello se pueda generar un delito, un daño o se ponga en peligro a terceros. Un sentimiento tan extremo que simplemente empatizando como un ser humano, se podrían minimizar las consecuencias del morbo. Pero la curiosidad mató al gato.

Es frecuente que cuando hay un incendio, una pelea, una detención policial o una asistencia sanitaria haya gente alrededor. No son allegados, no tratan de ayudar, no colaboran en ningún beneficio y, de hecho, perjudican seriamente el desarrollo de la solución porque molestan. Si nos vamos a la carretera, el efecto mirón (prestar atención a un accidente en vez de a la circulación) es causante de cientos de accidentes y retenciones cada año. Solamente esta semana, la autovía A2 ha colapsado en dos ocasiones por este efecto, ya que los accidentes eran en el sentido contrario y los coches paraban solo para mirar.

Y el mundo digital solo lo empeora. Porque cuando se pixelan partes de las imágenes por parte de la prensa, hay quien pregunta por qué no se ve bien y, también, hay quien tiene una foto o vídeo donde se ve absolutamente todo de forma explícita. Las redes sociales han sacado lo peor del ser humano y es fácil encontrar todo fotografías que no deberían estar a la vista del público. De hecho, en caso de que el "fotógrafo" o su familia fuesen las víctimas de un suceso, habrían denunciado a quien se hace eco de la primicia.

Llegado a este punto, es destacable que el morbo no es únicamente publicar, compartir y opinar en ditecto. Como ya se ha visto en los casos de fotos y vídeos de gente desnuda, el problema es que internet ofrece una rapidez de difusión que agranda el perjuicio de forma exponencial. Así, encontramos manipulaciones, comentarios desafortunados, gente a quien le hace gracia, quienes desean un mal o, sencillamente, los que intentan politizar cualquier evento. Y no se hace desde el anonimato, aunque en su mayoría suele ser.

Al fijarse en el paso de la DANA por la península en noviembre, podemos ver cientos de comentarios en redes donde la gente pide ver los cadáveres. Trabajando en emergencias, hemos atendido paradas cardio-respiratorios en la calle donde teníamos público al lado mirando y retransmitiendo en directo como si fuese la fórmula 1. Incluso me atrevería a decir que con más ímpetu que cuando Iniesta marcó el gol del mundial de fútbol.

En este sentido, deberíamos plantearnos en qué momento hemos olvidado el derecho a la privacidad de los demás, el respeto por la gente, el facilitar las labores de emergencia y el evitar perjudicar en esencia o en potencia la situación. En qué momento hemos generado una satisfacción y necesidad por el drama ajeno, dignas de estudio sociológico.