La frivolidad de los comentarios de Estella sobre el acoso que sufren las mujeres, aprovechando el intento previo de ridiculización de La Gaceta hacia las palabras de denuncia de Virginia Carrera, es tan lamentable que las asociaciones de periodistas de nuestra región han tenido que levantar la voz, después de años de silencio ante las numerosas barbaridades que se vienen publicando por parte de semejante sujeto, el director del medio y otras articulistas, sobre cualquier cosa que huela a izquierda o feminismo.
No obstante, el horno no está para bollos y esta vez Estella se ha estrellado. Hasta ahora ha sido fácil insultar y vilipendiar a Anna Gabriel o a Ada Colau, las dianas habituales de la derecha más casposa, contra quienes se suele disparar sólo por el hecho de ser mujeres. Sin embargo, la condescendencia con el acoso machista y el poner el foco de culpabilidad en quien es acosada, por ir bien “aseadita”, a la vez que se la reprocha el no llenar el juzgado de denuncias, ha traspasado todos los límites de la corrección periodística, si éstos existen en un diario como La Gaceta de Salamanca.
Alberto Estella se ha estrellado no porque haya sido Virginia quien haya denunciado lo que debería ser comúnmente conocido y ocultado, sino porque su ego machista y patriarcal le ha jugado una mala pasada, él siempre tan consentido por estar a sueldo del poder establecido, resulta que rechaza los baños mixtos para evitar las tentaciones y el peligro, porque claro, “la carne es débil”.
La obsesión con mi compañera, sin embargo, creo que es claramente enfermiza. Comparto con Gustavo Hernández rescatar a Freud para analizar su caso, al expresar que diagnosticaría su “pasión por nuestra concejala como un incontenible deseo erótico reprimido y mal canalizado en forma de odio y miedo.” El mismo odio y miedo que impregnan diariamente las columnas y titulares los responsables del periódico hacia feministas, ecologistas, y cualquier persona o colectivo presuntamente de izquierdas o transformador, de ahí que le consientan sus palabras en dicho diario.
Un periódico, por cierto, financiado con dinero público de las administraciones locales de la provincia, “animados” por la gran repercusión de esas mismas columnas entre sus vecinos y vecinas o “por si acaso” no se fijen demasiado en sus municipios, y para mal.
Quien sabe si recordando a los acosadores que se apretaban en el tranvía de Málaga quizá el mismo fuera uno de ellos y por eso cree que es mejor evitar la tentación; creerá el ladrón que todos son de su condición y que, por supuesto, la puta es ella.