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Con L de Literatura

Por Sonia Santos Vila

El cerdo encantado, según Petre Ispirescu


"Povestea porcului" / "The Enchanted Pig" ("El cerdo encantado" / "La historia del cerdo" en la traducción al español del rumano) es una narración extensa. Es el tercero de los relatos, recopilados por Petre Ispirescu, que aparece en Basme românesti ? Romanian Fairy Tales ? Contes des fées roumains (Editura Paralela 45, 2023). Como los dos anteriores, representa una viva expresión del folclore rumano a través del arte de contar.

Érase una vez un emperador que tenía tres hijas. Él debía acudir a la guerra, y les dijo que podían entrar en todas las estancias del palacio, menos en una, pues, si entraban, les sobrevendría un gran daño. Ellas le dijeron que le obedecerían, y, así, confió las llaves en la mayor. Sin embargo, esta sugirió a sus hermanas entrar en la habitación prohibida, lo cual llevaron a cabo, pese a la disconformidad de la más joven.

Allí encontraron un gran libro abierto, en donde se leía con quién se casaría cada una de ellas: la de más edad, con un príncipe del Este; la mediana, con un príncipe del Oeste; y la pequeña ni más ni menos que con un cerdo. Al recibir esta noticia, se entristeció muchísimo, y, día tras día, comenzó a consumirse: parecía como si la vida hubiese acabado para ella.

Debido a ello, cuando el padre regresó de la batalla, descubrió la desobediencia de las hijas. Lo lamentó mucho, y trató de consolar a la sufriente.

Las dos hermanas mayores se casaron en el modo señalado en el libro. Y hasta el emperador llegó un día un enorme cerdo que pretendía la mano de su hija pequeña, y que obtuvo. El padre dijo a su hija que confiase en su destino y en la voluntad de Dios, pues él no creía que ese cerdo hubiese nacido cerdo.

Tras la boda, los recién casados partieron a su hogar. Pronto se dio cuenta ella de que, de noche, cuando yacía junto a su marido, el cerdo se transformaba en hombre, volviendo a convertirse en animal de día. Y pronto se encariñó de él, hasta el punto de que esa unión iba a dar fruto.

Triste y preocupada por cómo sería ese fruto, consultó a una vieja bruja. No soportaba tampoco verlo así. La anciana le dio unas indicaciones que debía de hacer para que fuera hombre por la mañana. Pero todo resultó un engaño por parte de la maga para prolongar la maldición de su marido. Así pues, él le dijo que no se volverían a encontrar hasta que ella desgastara tres pares de zapatos de hierro y desafilara un bastón de acero en su búsqueda. Y desapareció.

La esposa emprendió, pues, un largo viaje en pos de su esposo, atravesando nueve mares y nueve continentes, hasta llegar a casa de la santa Luna, donde fue informada de que, en la morada del santo Sol, le podrían decir dónde estaba su marido. Guardó los huesos sobrantes de la comida que había ingerido, así se lo aconsejaron, tiró un primer par de zapatos, y prosiguió su arduo y afanoso viaje.

En el palacio donde vivía el Sol tampoco supieron decirle dónde se hallaba su esposo, pero le instaron a preguntar al Viento. Igualmente, por consejo, guardó los huesos que habían sobrado de la comida, y tiró un segundo par de zapatos, dirigiéndose a la casa del Viento, una gran cueva situada en una ladera de una montaña. Allí encontró la respuesta a su peregrinaje: su marido vivía en una casa de leños en un espeso bosque. Volvió a guardar los huesos de la comida, según consejo, y partió.

Anduvo y anduvo hasta que los zapatos se le desgastaron (era ya el tercer par), prosiguiendo descalza. Penetró en el bosque donde moraba su esposo. Estaba muy cansada y el bastón en el que se apoyaba se mostraba despuntado.

Descubrió la casa, pero la puerta estaba en el tejado: pudo acceder a ella haciendo una escalera con los huesos que había almacenado. Entró con su hijo, que también viajaba con ella.

En la casa no había nadie. Pronto regresó el marido. Llegaron a reconocerse, él ya como hombre. Ella le contó su historia, y él también le relató a su mujer la suya: era hijo de un emperador enfrentado con unos malvados dragones, habiendo matado él al dragón más joven. Él estaba destinado a casarse con ella, pero la madre del dragón (la bruja a la que ella consultó tiempo atrás) lo hechizó.

Tras los relatos, partieron hacia el reino del padre de él. Y, después, al reino del padre de ella. Este era anciano, sin herederos: abdicó y los puso en su lugar. Y, como dice el final del cuento, gobernaron como solo los que han sufrido lo pueden hacer.

En "El cerdo encantado" hallamos un tema que consignamos en el artículo dedicado a Barba Azul, en la versión de tía Kathé (Csíbrak, Hungría): la curiosidad femenina (patente en las hermanas de la protagonista del cuento), curiosidad incentivada por una prohibición, y manifiesta, similarmente, a través de la habitación vetada.

Asimismo, aflora uno de los elementos frecuentes en la literatura maravillosa o de hadas (literatura a la que nos hemos referido anteriormente en este blog): la metamorfosis que, en el relato, acontece en el cerdo/hombre, quien se transforma, también, en paloma, de manera previa al encuentro final con su mujer (episodio que hemos omitido al referirles a ustedes el argumento del cuento). Y, además, aparece el motivo del viaje como medio de consecución de un fin, en este caso, la citada reunión de los dos esposos. Dicha reunión se produce dentro de un gran y espeso bosque, donde vive él evitando, así, a los hombres malos (dice la narración): es un lugar, pues, de refugio y protección, es decir, se presenta, simbólicamente, como un espacio sanador.

Les recomiendo vivamente la lectura de este relato rumano, relato que nos habla del amor sentimental, por encima de todas las dificultades, vivido con coraje y sufrimiento.

Y, hablando de amor, me despido, en esta ocasión, con el más cordial de los abrazos, apreciados lectores, deseándoles una Feliz Navidad y un nuevo año 2025 colmado de prosperidad y buenas cosas.