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Va de series

Por Sergio Sanz Herrero

Un triunfo de Primera


Al fin se puede decir alto y claro: ¡El Real Valladolid es de Primera! Después de unas temporadas de tensión en Segunda, el Pucela ha conseguido un sueño que hace tres meses era impensable, el del ascenso. Además, jugando con una fiabilidad tremenda y demostrando que el problema no estaba en la plantilla.

 

La tardía destitución de Luis César Sampedro hacía impensable que el rumbo cambiara tanto como para reconducir un barco que viajó a la deriva durante 34 jornadas. Así, la llegada de Sergio González para esa liguilla de ocho partidos resultó perfecta. El equipo sacó su mejor cara y obtuvo 16 puntos de 24 posibles que le catapultaron al play-off, donde ha conseguido una importante racha de victorias.

 

Aunque no solo destacaron los resultados, sino el buen hacer de un conjunto que se convirtió en una piña dentro y fuera del campo. El vestuario se unió y pareció que llevaban jugando juntos toda la vida, lo que es destacable por parte del técnico catalán. Este movió las piezas necesarias para ajustar una plantilla que tenía muchos mimbres desde el inicio del curso. El resultado, un ascenso.

 

El trabajo de un cuerpo técnico que varió solo en las figuras de Sergio y Diego Ribera sirvió para cambiar la cara de un equipo triste y perdido. Ahora, solo dos meses después, el Pucela se encontró para llenarse de alegría a base de la constancia y el esfuerzo que exigió un míster con las ideas claras y que vio fácil lo que a Sampedro le pareció un sudoku del más complicado nivel.

 

También, por supuesto, cabe destacar la elección de las piezas en un puzzle que ha sido una maravilla en este tramo final del curso. El rendimiento de todos unos jugadores que rayaron al máximo nivel y la recuperación de figuras como Nacho, Míchel y Toni, quienes fueron prácticamente apartados por el anterior entrenador, son otros de los factores clave.

 

Igual que la recuperación del sentimiento blanquivioleta. Los partidos del Pucela dejaron de ser soporíferos y esa garra y juego efectivo -incluso bonito en algunos momentos- alegraron la vista a unos espectadores que se engancharon al equipo para ayudarle a dar el último empujón. Porque la respuesta en los tres últimos encuentros fue para quitarse el sombrero, con Zorrilla sin entradas para vender.

 

Por todo ello, Valladolid merecía un premio que el Pucela le ha regalado -y se ha regalado-. Un ascenso que volverá a poner en el mapa del deporte rey a la ciudad, lo cual repercutirá en el economía local. Un triunfo de Primera para todos.