Este es el título de un artículo de Robert Menasse aparecido el 25 de junio de 2018 en el periódico alemán taz. del que voy a traducir algunos párrafos que considero importantes y de actualidad.
"Sólo puede haber paz en Europa si las naciones renuncian a su soberanía. Ese es también el objetivo de la UE, solo que lo hemos olvidado".
"¿Qué es la UE? Un proyecto de paz - pero esto sólo es posible si desaparecen las naciones".
Sigue después el autor alemán con la idea de que la sociedad es un animal de costumbres y, citando al filósofo Hegel, dice que ante cualquier cambio surge la ansiedad social y el "temblor ante la muerte social". Y este temblor es lo que ha "parado el proceso de integración europea".
En Europa "hace medio siglo todavía, el futuro era hermoso. La visión del futuro elaborada por los fundadores del proyecto de unificación europea era una obra maestra de la razón pragmática dentro del espíritu de la Ilustración".
Los fundadores de la UE "hicieron de los derechos humanos y, en concreto, de la necesidad humana de paz, de seguridad social, de las posibilidades de participar en la vida social, los principios rectores de la voluntad política. Era un proyecto de vida en dignidad".
"La obra de unificación (europea) que hemos iniciado y en la que trabajamos cada día no es una vaga idea proyectada en el futuro al azar, no es un sueño nebuloso. Es más bien una realidad porque está orientada hacia las realidades de Europa", dijo Walter Hallstein, el primer Presidente de la Comisión Europea, en su famoso discurso pronunciado en Roma en 1964.
Los fundadores de la UE sabían perfectamente quién era el agresor y el causante de todos los males de Europa: el nacionalismo, pero no solo el nacionalismo regional, como pudiéramos pensar en España, sino "el autoengrandecimiento ideológico de las naciones, la terquedad nacional que necesariamente está en constante conflicto con los intereses de otras naciones". Este nacionalismo es el mismo que en España está provocando el conflicto incluso entre las diversas regiones
Para evitar este conflicto, habría que "persuadir gradualmente a las naciones para que renunciaran a sus derechos de soberanía nacional hasta que, eliminada la base del nacionalismo, desaparecieran las naciones, Pero, para, esto se necesitan instituciones supranacionales que asuman gradualmente las tareas de las instituciones nacionales".
"La nación es una ficción", dice el autor. Para los que no conocen bien la importancia del proyecto de la UE, y lamentablemente los políticos se esfuerzan en que este número de desconocedores sea cada vez mayor, la nación es algo sagrado, cuando en realidad la mayoría de las naciones no han surgido de la voluntad de los ciudadanos, sino que tienen unos cimientos amasados con sangre humana
La nación caerá. "Nadie podía imaginar que el Muro de Berlín caería o que la Unión Soviética implosionaría. Y, sin embargo, ocurrió". Es incomprensible que ante la situación que llevamos viviendo en España desde hace al menos dos décadas, ante las luchas internas de nuestros partidos políticos, ante la corrupción que nos inunda, ante la incapacidad de nuestros gobernantes, ante la bancarrota que hubiéramos sufrido como país, si no nos hubiera salvado la UE, sigamos teniendo miedo a la pérdida de ese mínimo de soberanía que en realidad nos queda.
Las naciones ya no funcionan, aún no tenemos una Europa posnacional desplegada. Incluso nos da miedo imaginarla. Sin embargo, es evidente que todas las condiciones marco de nuestra vida son transnacionales desde hace mucho tiempo: los problemas ecológicos y de política de seguridad, la comunicación, etc. Nada de esto se detiene en las fronteras nacionales ni puede gestionarse a escala nacional.
Lo que llamamos globalización no es otra cosa que la progresiva pérdida de poder de los Estados nacionales. Europa tendría la mayor pericia en materia de globalización si no estuviera bloqueada, paralizada entre la cobardía de seguir consecuentemente el camino que ha tomado y el miedo a un contramovimiento.
"No puedo entender qué hay de malo en una comunidad transnacional de solidaridad en tiempos de globalización. No puedo entender qué hay de malo en la idea de superar el nacionalismo después de todas nuestras experiencias. No puedo entender por qué los jefes de Estado y de Gobierno actuales ocultan, olvidan, niegan... las ideas de sus predecesores, cuando podrían mostrarles vías para salir de la crisis".
No es la extrema derecha la que está hundiendo a Europa. Son los partidos de centro los que están paralizando el proyecto europeo y, al mismo tiempo, dando alas a la extrema derecha. NO es preciso gritar "muerte a la nación", pues, ahondando en la idea de Ortega y Gasset, la nación está ya muerta.