Hemos aquí en pleno octubre con la celebración de fiestas tan célebres como 'Hallowen' o el 'Día de Muertos' a la vuelta de la esquina y el Real Valladolid colista de Primera División y a punto de sellar su acta de defunción. Casualidades de la vida que diría alguno.
Se han disputado ya siete jornadas y el Pucela deambula por los campos dejando una imagen hasta ahora inédita y que han hecho saltar todas las alarmas habidas y por haber.
Sergio González ha perdido todo el crédito que el ascenso y las dos permanencias le habían dado de un plumazo y su continuidad queda muy en el aíre y este mismo fin de semana ante el Villarreal podría despedirse del banquillo blanquivioleta.
Lo que comenzó siendo un equipo reconocible, pero con nuevos matices ilusionantes, a pesar de no ganar en las primeras jornadas, ha pasado a ser todo lo contrario. Es decir, que lo que era un equipo sólido en defensa al que era complicado meter mano y que había apostado por adelantar líneas para tener más presencia en ataque, se ha convertido un chiste malo fruto de los propios fallos que están condenándolo partido tras partido.
Lo que un principio parecía un mero tema de concentración ha pasado a ser un tema mucho más serio en el que ni el entrenador parece creer con lo que promulgaba en pretemporada y los jugadores no parecen creer en lo que propone. Por desgracia todos conocemos el final de esta historia, destitución de Sergio, llegada de un nuevo entrenador y a rezar porque de con la tecla para revertir esta mala situación y que no se cumpla aquello de lo que mal empieza mal acaba.
Los dos próximos partidos decidirán el futuro de un cuerpo técnico que se aferra a su conocimiento del plantel y del potencial del mismo para que de una vez por todas demuestren en el campo lo que pueden dar sí, aunque en mi humilde opinión esto no es tanto una cuestión de juego, sino de cabeza. El Real Valladolid es presa sus errores y tal vez solo necesite el impulso de una victoria para comenzar a dar carpetazo a los fantasmas del pasado, liberarse y comenzar a alzar el vuelo con el mismo juego desplegado en las primeras jornadas, pero con diferentes resultados.