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Ciudadano Descatalogado

Por Naty lázaro Herrero

Expectativas y condicionantes de la Cumbre del Clima en París (1)


El contexto en el que se enmarca esta nueva cumbre se encuentra atravesado por un complejo entramado de fuerzas, intereses y expectativas que van a condicionar su desarrollo. Sin ánimo, ni posibilidad dadas las dimensiones de la columna, de ser exhaustivo voy a apuntar algunos condicionantes que, en mi opinión, fijarán el curso de las negociaciones.

 

En el ámbito de las fortalezas han de señalarse las siguientes:

 

1.- El cambio climático es innegable. El consenso en la comunidad científica es amplísimo, está aceptado que el foco generador de ese cambio climático se sustenta sobre un conjunto de actividades humanas destructivas y nadie duda de que los efectos son profundamente negativos para el futuro de la vida en la Tierra. Las evidencias en la degradación ambiental que sufrimos son numerosas y múltiples: clima cada vez más errático; avance de la desertización y erosión; deshielo de los casquetes polares, con la consecuente subida del nivel del mar y destrucción de ecosistemas esenciales; alteraciones en las precipitaciones y un aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos extremos (sequías, grandes incendios, huracanes, lluvias torrenciales e inundaciones, avalanchas de barro...).  El cambio climático hoy solamente es impugnado por una manada de descerebrados activos en las redes sociales y de los todólogos irresponsables en los medios de comunicación al servicio de sectores empresariales.

 

2.- Cuanto + peor y cuanto más tarde + costoso. Los meteorólogos señalan que la proporción de CO2 en la atmósfera se ha incrementado en 200 años… ¡más que en los 10000 precedentes! Los diferentes sistemas de observación (mareógrafos, satélites, etc.) han detectado que la tasa de elevación del nivel del mar se ha disparado, pasando de 1,8 milímetros hasta los años noventa a los 3,2 entre 1993-2010. La temperatura media en el conjunto del planeta ha aumentado 0,85 grados desde 1880, probablemente el mayor y más rápido cambio térmico acaecido en la Tierra en los últimos dos milenios. El problema no está tanto en los cambios como en la rapidez de los mismos y en que la inacción está subiendo los costes de intervención: hacer frente a los mismos se estipula en torno al 1% del PIB mundial.  Quien constata estos cambios y valora sus costes no son “conservacionistas fundamentalistas” sino científicos que trabajan al amparo de la ONU o de Universidades del mundo desarrollado.

 

3.- Nadie va a salvarse, todos estamos afectados. El clima es un sistema tremendamente complejo y que expuesto a cambios, cada vez más relevantes en parámetros tan significativos, puede causar resultados inesperados, no lineales e impredecibles. Todo ello con graves implicaciones sociales: el núcleo duro de los desplazamientos migratorios que estamos conociendo está ligado a la destrucción de los ecosistemas ancestrales que anclaban a la población sobre un territorio. Nadie puede ocultar las repercusiones que para la salud humana sabemos: aumento de la mortalidad asociado a las olas de calor, incremento de alergias, enfermedades respiratorias o diferentes tipos de cáncer. Los cambios provocados por los seres humanos están siendo tan profundos que se habla de una era geológica nueva, el antropoceno, término propuesto por el premio Nobel Paul Crutzen (Crutzen y Stoermer, 2000) para destacar nuestra responsabilidad como especie humana.

 

Pero estos aspectos positivos sobre la Cumbre convergen con las muy claras limitaciones que pretenden coartar el debate y los posibles acuerdos a establecer:

 

1.- Las Contribuciones Previstas y Determinadas a Nivel Nacionales (INDC en su acrónimo inglés), como ha denunciado el movimiento ecologista, son voluntaristas, excesivamente dispares en el establecimiento de objetivos y poco ambiciosas en su implementación temporal y en el ritmo de implantación de las renovables. Los delegados de estos movimientos señalan que el cumplimiento estricto de esas previsiones nos situaría en un calentamiento cercano a los 3 grados.

 

2.- Resulta obvio que las posibilidades de influencia de los países no se sitúan al mismo nivel. La agrupación conocida como Grupo 77, conformada por los países emergentes y las ricas monarquías petrolíferas del Golfo, constituyen un grupo de presión considerable; los países industrializados son quienes hicieron naufragar la cumbre de Copenhague, etc. Núcleos en defensa de intereses comunes y en contradicción con el bien común.

 

3.- Hasta el 2020 el tratado no entrará en vigor: más allá de que se puede aplicar aquello de “largo me lo fiais”, no parece contemplarse un programa de transición para ir avanzando en una adaptación sostenida y menos conflictiva.

 

4.- Transparencia en la gestión de los fondos e incremento de las aportaciones de los países del capitalismo opulento son las exigencias más claras que los países emergentes y China han puesto, de entrada sobre la mesa. Así pretenden  garantizar el éxito de la mitigación de los impactos sobre el clima, la adaptación del funcionamiento de la economía mundial y ruptura de las trabas que atenazan el desarrollo de las poblaciones más castigadas del planeta.

 

Con todo ello el asunto central sigue siendo ¿es compatible la sostenibilidad del planeta con el predominio de la teología del mercado